martes, marzo 24, 2009

Hablemos de Lauti.

Hablemos de la necesidad de aceptar que ya no es un nene, de que ya tiene 18 años y soy la única pelotuda que aún no se da cuenta.
Hablemos del hecho de que él No me permite aceptarlo, sigue mostrándose a mis ojos como un niño, un niño ruidoso que no tiene mujeres, que disfruta más que nada de tocar la guitarra, el bajo, música. Un niño feliz que pasa tiempo con sus amigos, y se emborracha.
Tal vez ahí debí darme cuenta, cuando me di cuenta de que le gustaba el Fernet, no ya una cerveza, un vinito, si no Fernet, no es cualquier cosa, eh…
Tal vez debí darme cuenta de que ya no era un nene cuando le cambió la voz, cuando ya no necesitó ayuda para vestirse, cuando aprendió a andar en bicicleta, cuando controló los esfínteres, o tan sólo cuando yo misma empecé a considerarme lo suficientemente grande y supe que él era tan sólo un año y diez meses más chico que yo…
Hablemos de Lauti, de su medio metro más que el metro y medio mío, de su pelo largo (no ya, teniendo en cuenta la costumbre juninense de pelar a los varones una vez cumplida la mayoría de edad), de sus posturas y de la manera que reacciona a los avances de mis amigas (que no tienen necesariamente una intención con él si no tan sólo la intención de molestarme a mi), de sus amigas, de su actitud, de Edipo Rey.
No quiero una novia para Lauti, quiero a LA novia, a la mejor novia del mundo, a la que lo cuide bien.
Tal vez ella no exista y yo deba conformarme con la que él quiera y callarme la boca, no lo sé, por lo pronto me conformo con que me presente a cualquiera, y que la misma le de la bola que se merece y nada de andar siendo segundo de nadie. Eso no vale. Eso no existe.

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