martes, noviembre 24, 2009

Como cualquier otro día.

Soñaba. Soñaba que caminaba. Caminando recordaba, evocaba tiempos pasados, tiempos más viejos, tiempos finitos. Tardes de plazas y lluvias desubicadas que los ubicaban en cualquier lado, en cualquier heladería. En el camino me acompañaba él. Mi Él, su él de Mi. Era todo mío, mi propiedad. Su andar era suave, lento pero firme, rítmico; sus movimientos fluidos pero no tenía ningún pelo rubio ni hermosa sonrisa.
En la esquina el semáforo nos dió paso y en la calle quedó una camioneta. El conductor me resultó conocido así que lo miré con mayor detenimiento y curiosidad, pero no podía ser quién yo creía, aquel que yo quería que fuera ya no estaba entre los vivos. Así y todo él conductor me miraba fijo con una sonrisa burlona de quién piensa "ésta boluda no me ve" y me saludó con la mano. Mientras levantaba mi mano para devolver el saludo y correr a abrazarlo, a contarle cuánto necesitaba su abrazo gigante, Él pasó por delante tapándolo por un segundo, pero el tiempo fue suficiente para que mi gordo hermoso se transformara en el gordo de alguna otra nieta. "Los sueños no tienen sentido" pensé y seguí mi camino.
Él sólo me acompañó hasta la esquina de casa, como si a mi me esperara alguien que no lo podía ver conmigo. En un rincón de la ochava, a la sombra e un pájaro cantor intentó besarme, pero estaba hecho de cartón y le faltaba la cabeza, así que se fue, sin pena ni gloria, sin gesto de triunfo o de derrota, sin expresión.
Pero en la casa "recuperada al sistema" en la que yo vivía a nadie le importaba si yo estaba o no con el maniquí decapitado. Era día de fiesta y el edificio estaba lleno de gente que entraba y salía.
Entre esa gente que gritaba y se reía, estaba Belén en las últimas horas de embarazo, pero nadie podía verla. Estaba sentada en un rincón de la calle escondida, esperando que llegara algien que la ayudara a llegar al hospital. Llamó a mi nombre y yo me acerqué, "Buscame las cosas llamá un taxi y llevame al hospital, rápido! dónde estabas?" Por ahí, y no te escuché gritar...
Corrí escaleras arriba y mientras buscaba las cosas del bebé pensando "tranquilizate, todo va a salir bien, es cuestión de minutos, es sólo un sueño" Belén entró volando en los brazos de 2 hombres que le aconsejaron no moverse, que el médico ya subía.
Pero el nacimiento no lo vi, me lo perdí. Ya nunca podré contarles si ese bebé tan esperado fue varón o fue nena y creció fuerte y sano porque en el último esfuerzo me desperté de la ansiedad. Por lo menos sé que el parto salió bien.