viernes, septiembre 25, 2009

El mismo cuento de siempre

El invierno estaba en boga, era lo único en vigencia, llevaba la delantera y nos estaba haciendo goma.
Pero la fecha se acercaba y no iba a poder ser eludida. Cientos, qué digo cientos? miles de pibes organizándose para festejar. Allá en mi pago la fiesta es grande, y la laguna también. Casillas, carpas, autos, árboles, cualquier cosa sirve bien de cama un rato. Cronológicamente, primero se alquilan todas, hasta la más roñosa d las casillas, más o menos desde Abril hasta Agosto, por esa fecha empieza a llegar alcohol en botes, camiones, canastas, cajas y va quedando escondido, enterrado, sumergido... y dentro de la semana en cuestión llega escondido, envuelto en carpas, mochilas, buzos, ruedas de auxilio para pasar el control.
Pero aunque la organización avanzaba contra vento y marea el invierno no daba señales de retroceder. Los pibes cuando la fecha llegara, iban a festejar y si el clima no ayudaba se repetiría la pandemia porque así sea con 40º de fiebre a la laguna se va igual. En las vísperas un coro de desesperados elevó su plegaria al cielo: "El cielo se apiade de nosotros" Y el cielo se apiadó. Nos regaló unos hermosos 3 días que tratamos de aprovechar lo mejor posible, recargando nuestras fuerzas al sol, alimentándonos a mate y bizcochitos, saltando, gritando, cantando, resando, llorando, pidiendo en cada una de las rondas de fiestas tribales en el fuego de la noche.
Pero entes de que llegara la media noche del último día, en el último respiro de la fiesta, como una amenaza, una advertencia o un recordatorio de que esas son costumbres olvidadas por nuestros padres, el cielo nos devolvió el frío y la lluvia para volver a las obligaciones estudiantiles.

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