martes, octubre 20, 2009

De nuevo esa época del año

Se hace más difícil de lo normal concentrarse y ser responsable cuando empieza el calor.
El sol, el pasto y las alergias potenciadas por los mosquitos tironean, impulsan el lagarteo, la irresistible tentación de dormir al sol, el olor de la piel quemada, la tibieza de la noche a la luz de alguna estrella.
Lo agrio del cigarrillo en el calor y las ganas descontroladas de derrochar el tiempo.
Cuando llega la noche el sueño se va y de pronto te das cuenta de que llegó la hora de trasnochar, de dormir poco y soñar mal pero por el sólo hecho de disfrutar de tu compañía y tu soledad.
Saber que no importa quién esté del otro lado y que lo mejor que te puede pasar es tener un techo de chapa para pasar la lluvia. Que el paraíso es una cerveza durante la película que te ha de llevar por otras vidas, por otros soles, por otros calores, por otros colores.
Cuando empieza el calor recuerdo cuánto te extraño Fede, cómo te necesito Abu. Recuerdos de vidas pasadas, de tiempos más cortos, de días más efímeros, de necesidades básicas, de responsabilidades nulas.
Cuando el diseño no era vida y la FADU era utopía.
Con los zapatos colorados es más fácil ser feliz, pero es tanto menos necesario si hace calor que es todo color. Todo colorado.
Y las flores no son sólo estampas y bordados, y las medias sólo sirven para molestar.
Y pega tan bien, y me pongo tan cursi, y la música me hace llorar.
Y dormir es el mayor placer y la mayor pérdida de tiempo.
Cuando pega el primer sol de primavera se me escurren de los dedos las ganas de querer, los parciales y finalmente, las obligaciones.
Sólo tengo que hacer unos dibujitos.

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