martes, julio 03, 2007

Cuestión de suerte

Caminaba solo, cargando su mochila. De fondo, en su cabeza, Los Redondos. Manos al bolsillo y la vista clavada en el suelo. Ni cruzar la calle lo hacía levantar la vista. Le gustaba ver las rectas y diagonales de la vereda, sus rodillas, sus zapatillas. De vez en cuando algún zapato llamaba su atención, un arco pronunciado, las venas de un pie de mujer.
Nunca levantaba la vista del suelo porque nunca había tenido necesidad. Nunca se había chocado a nada ni a nadie, tenía reflejos rápidos y buena suerte. No le interesaba lo que hubiera más allá, le sonaba inhóspito. Prefería encarar sin ver. Pero por encima de todo no le gustaba que lo vieran a los ojos. No podía soportar una mirada fija, firme. Le molestaba la idea de que pudieran verlo. Ver más allá de sus ojos, donde dicta la conciencia, y más importante, donde dicta el corazón.
Ella también caminaba sola. No iba apurada pero caminaba rápido. No llevaba bolsas ni mochilas, sabía que eso era entregarse. “Cuanto menos te vean que tenés sos una presa más difícil, menos apetecible”. No confiaba en su suerte. Siempre llevaba las manos libres, siempre alerta. Era propensa a caídas y golpes. Pero era orgullosa, altanera, terca.
Un día caminando a ningún lugar, dando codazos y patadas, tratando de evitar que la golpeen y que la gente note su presencia, pasó algo insólito.
Toda la gente a su alrededor, de pronto se abrió. Algunos se pusieron a comparar precios en las vidrieras, otros se dispusieron a cruzar la calle, otros bajaron al subte, y en la vereda, en el medio, quedó sola, ella. A dos metros de distancia estaba él, avanzaba hacia ella.
Se quedó por inercia, parada donde estaba, mirándolo.
Él dio un paso, vio unas zapatillas de lona gastadas y sucias, un jean negro, un pulóver azul, un rosario de madera, una gargantilla con una P y con una R. Un hermoso, suave y largo cuello, un par de labios carnosos y, finalmente, unos ojos pardos que lo miraban casi con reproche detrás de un flequillo recto.
Esos ojos tristes le provocaron ternura, relajó el entrecejo. Vio la argolla de plata en la oreja izquierda, la línea fina que dibujaba los labios, la pronunciada mandíbula y la imponente nuez, la capucha que caía de los hombros a la espalda, la mono firme y fuerte que sostenía la correa de la mochila, el bolsillo cangurito que escondía la otra mano, el pantalón azul de jean que ocultaba las flacas y larguiruchas piernas apoyadas en zapatillas 43 sin cordones. El cinturón negro, la estampa del buzo y el enmarañado pelo oscuro. Se plantó, no iba a permitir que la ignorara, éste no la iba a chocar. Se quedó mirándolo a los ojos desafiándolo.
Se frenó por un segundo. Era muy intrigante, muy bella. Fijó sus ojos en los suyos. Pensó que sería muy afortunado si ella se fijaba en él. Torció su cuerpo para esquivarla y siguió caminando.
Bien, la esquivó. No la chocó. Pero ya no era lo que quería, esos ojos trémulos la habían atrapado. Quería que volviera a mirarla, quería caminar con él.
No lo podía dejar pasar, sabía que con su suerte no lo iba a volver a encontrar. Giró para seguirlo, enfrentarlo, hablarle. No sabía qué iba a decirle pero sabía que tenía que conocerlo. Miró hacia delante, la gente había vuelto a sus actividades y se había cerrado entre ellos.
Empezó a avanzar, como lo hacía habitualmente, entre codazos y pisadas, de vez en cuando entre dos hombros veía su cabeza pero no llegaba a alcanzarlo.
En su memoria giraba la imagen de esos ojos, ese marco que era su pelo largo, y resonaba una frase dicha días antes “nunca me atrevería a hablarle a una mujer en la calle, tengo demasiado miedo al fracaso”. Su amigo todavía se burlaba de él.
De pronto, en un arrebato, se decidió a volver a buscarla.
Ya lo alcanzaba, sólo una persona estaba entre ellos, de pronto esa persona frenó su marcha y se metió en un negocio.
Se dio vuelta. Iba a encontrarla. Cuando terminó de girar miró al frente. Ahí estaba, justo frente a sus ojos, menos de 20 centímetros de distancia entre sus bocas.
- Hola. -Dijo con la voz entrecortada.
- Hola…- Y sonrió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusto.......


(aplausos)


=)

jorrrrrrrrrrrr

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